Friday, June 15, 2012

A LOS HOMBRES (Y MUJERES) LES GUSTA ENTRE MATARSE. QUE LES DEJEN: AL FIN Y AL CABO A NADIE LE IMPORTA. NI A ELLOS NI AL RESTO DE MORTALES. SIRIA, Siria, siria.



Sinceramente estoy harta que los medios tarden tanto en admitir que hace meses lo que se produce en Siria es una salvaje guerra fratricida. Y siento también que algunos periodistas hayan muerto para dar voz a las famosas víctimas, “clientes” preferidos de las organizaciones humanitarias y organismos internacionales. Entre otros RIP por la veterana periodista del Sunday Times, Marie Colvin, el fotógrafo Rémi Ochlik y el cineasta sirio Bassel Shahade. Agradezco también que buenos amigos periodistas sigan intentando llamar la atención sobre los horrores que allí se producen con excelentes crónicas, entre otros Mónica Prieto y Hugh Macleod.

Pero lo que pasa en Siria es una repetición más del horror humano. Una lástima: es/era un bello país.

Con Jordi hicimos un viaje fantástico por tierra desde Beirut. Crack des Chevaliers, Homs, Hama (qué bonitas ruedas de agua, me imagino que a estas alturas están rodeadas de cadáveres), Aleppo, Damasco (bello souk), Palmira (impresionante), y finalmente cogimos un bus hasta Deir er Zur, un pueblecito a orillas  del icónico río Éufrates, río del que había leído en los libros de historia del cole. Lo pasé mal en esa bonito pueblo porque criaturas adolescentes no pararon de tirarme bolitas con tirachinas al culo cuando estábamos atravesando un puente a pie al atardecer. ¡Qué pesadilla! No te dejan tranquila ni estando acompañada por un hombre. De todos modos, por la noche, pude disfrutar fumando una pipa de agua con sabor a manzana y comer una deliciosa ensalada aliñada con vinagre de granada en el paseo junto al río Éufrates.

La gente en Siria es, en general, muy amable y eso que ahora se entrematan y les gusta filmarse delante de los cadáveres cual buitres satisfechos antes de deglutir a sus presas (me gustan más los buitres, son más elegantes y por lo menos tienen una función dentro del mundo animal) ¡Viva la humanidad!

No creo que cambie nada y abogo por UNA CLARA NO INTERVENCIÓN. Los países árabes están tan desunidos que no veo una solución pacífica ni para Egipto. Además estoy harta que estos egipcios siempre te metan mano y que violen a mujeres periodistas en directo en Cairo durante la famosa Primavera Árabe (entre otros, el caso de Lara Logan que trabajaba para CBS News). Yo increpo a las masas indignadas en la plaza Tahrir  y les digo: un poco de decencia por favor, entonces os respetaré pero hasta que no os detractéis no creeré en vuestros credos ni luchas internas.

Gracias al cairota Alaa Al Aswanny por la excelente novela Yacoubian Building. En ella describe clara y sinceramente (y admite) el acoso que sufren las mujeres árabes por parte de sus jefes, amigos y familias. Yo lo he vivido en carne propia, en pleno Cairo y durante un curso de inmersión en el Mar Rojo. Señores: o respetan a sus mujeres (y las mujeres en general sean o no creyentes) o no vamos a ningún lado.

Tras el terrible asesinato de una pobre mujer la semana pasada en un parque de Bogotá, la periodista colombiana Jineth Bedoya (salvajemente violada tras ser secuestrada en la entrada de la  cárcel Modelo mientras investigaba los horrores que se producen en este país) recuerda a los hombres que “todos nacen del útero de una mujer.”

Y volviendo a Siria sería una lástima que las atrocidades que se están llevando a cabo en ese país se expandan por el valle de la Bekaa en Líbano o por otro lado fronterizo y degenere en dos terribles guerras o en una sólo para repetir la historia. Por ello no me extrañaría que eso ocurriera.

Quizás lo mejor sería  centrarse en educar a los jóvenes en unos valores de respeto, empezando por el vecino que se cruzan cada día en el ascensor y que ni saludan. Y también educar a estos jóvenes que hay que apreciar la vida (para empezar la suya y después la del prójimo) y quizás hacer algunas concesiones y no anhelar más  que el dinero, alcanzar un estatus social y convertirse en lo que llaman una celebridad ya sea televisiva o deportiva.

En los territorios ocupados y en Israel es tal el odio que tampoco veo una solución fácil a semejante conflicto. Además allí los musulmanes y habitantes de Gaza están totalmente divididos como en Cisjordania. El odio es tan palpable que Jerusalén se ha convertido en una ciudad de odio donde me han confundido por judía y tirado piedras o por mujer indecente al llevar pantalones y atravesar el barrio ultra ortodoxo de Jerusalén. Sinceramente no veo solución ni en Egipto, ni en Siria ni entre los palestinos ni judíos.

Y para volver con Siria dejemos que se entrematen los sirios, en un momento dado todo volverá a su curso normal. No olvidemos lo que pasó en Sbrenica, Liberia, Sierra Leona, Sudán y Ruanda (por citar algunos ejemplos recientes y no tan recientes de la barbarie humana).

La historia se repite y los humanos siguen entre matándose. Que se maten, tampoco aprenderán.




Sunday, June 10, 2012

“MSF ¿Y eso, qué es? ¿una compañía de seguros? No, no estamos interesados, eso no es noticia.”

Este artículo está dedicado a mi madre, gran pintora, artista polifacética, humana de corazón, desinteresada, amante de la naturaleza y de su querido Quito de acogida y, sobre todo, francesa hasta la médula, divertida, iconoclasta. 

Tendré que confesar también, por mucho que me pese, que además de mi sangre latina y apasionada, tengo sangre de Basilea, pero que no se equivoquen, de artistas, de aquella escuela donde quería estudiar música del Renacimiento y Barroco (para aquellos que no lo saben tengo un segundo apellido, Dobler). 

Y quizás también a mi abuelo, diplomático francés, machista hasta la médula, poeta, que me respetaba desde niña porque era la única de la familia que le decía lo que pensaba. Y, bueno, quizás como me pasará a mi, murió solo por cablear a su gobierno el peligro de los nazis antes de la ocupación. 

Y quizás también a mi misma ya que mi gran error en el pasado fue no venderme y vender a otros simplemente porque siempre odié el ego asesino del ser humano. Y porque estudié mi segunda carrera (después de la música, mi gran pasión, además del baile desenfrenado) en un país con grandes artistas, paisajes sobrecogedores y con el que ya no me identifico.

Y para la tranquilidad de aquellos que no les gusta el poder manipulador de la comunicación, del lenguaje, les digo que a partir de ahora me dedicaré a escribir sobre lo que me de la gana con el objetivo de defender mis principios. Y sobre lo que a mi me divierta e interese. 

E invito a todas aquellas personas y animales que no estén de acuerdo conmigo que argumenten porque solo con la riqueza de ideas, creatividad y sensibilidad se logrará acercar a humanos planetarios, familias, y animales. Y basta ya de lenguaje aséptico y desalmado en todas las esferas humanas.

Mi proximo artículo creo que sera sobre mi gata Loubnan, recogida en los bonitos jardines de la American University de Beirut. La gata libanesa de pezuñas manicuradas, salvaje pero fiel a su querida madre adoptiva. Y con pasaporte. Y fuente de inspiración.

Y gracias de nuevo a todos esos amigos, shias, sunis, católicos, drusos, maronitas, agnósticos, ortodoxos, iconoclastas, chamanes, inkas, palestinos, judíos, stringers, músicos malienses, Kinshassa, músicos de klezmer, mujeres planetarias, desfiguradas con ácido, violadas impunemente por familiares y desconocidos, elegantes naúfragas y naúfragos eritreos, Genet, Diana, Khadija, la tea lady del barrio de Amarat, y, voceros anónimos de la injusticia.   

Y aquellos amigos leales de diferentes estratos (como dicen aquí, en Colombia) y procedencia, que, a pesar de mis exigencias, siempre confiaron en mi, en mi pasión, locura y fe en el poder de la palabra.  Y mis estrategias de comunicación para alcanzar la audiencia planetaria.

y a ANDRÉS.......MI CIRUJANO PREFERIDO

En septiembre de 1991 no era noticia que un humanitario, que había pisado una mina durante la evacuación de los heridos de Vukovar, antigua Yugoslavia, se había salvado. Y suerte la mía, estaba dispuesto a otorgar entrevistas a la radio y a la televisión a pesar de que no miraba a la cámara. Acompañé a su padre y a Pilar Petit al aeropuerto del Prat. Se trataba de la antigua terminal, por supuesto, antes de las olimpiadas que provocaron posteriormente un aluvión imprecedente de turistas paseando delante de nuestras oficinas, primero en Portal de l’Àngel, luego Via Layetana y más tarde Nou de la Rambla, una bonita rehabilitación de un antiguo teatro/prostíbulo llevada a cabo por los amigos Isabel Pascual y desaparecido Bernard Fernández, ambos de Arquitectos Sin Fronteras.

Al llegar al aeropuerto, el padre de Jordi me comentó que “alguien importante debe llegar”, el pobre desconocía que era su hijo, y no “alguien importante” a quien esperaban algunas cámaras.

El trabajo de comunicador es duro tanto dentro como fuera de la organización para la cual trabaja. “Vender” una organización humanitaria no es fácil sobre todo cuando internamente hay que “convertir” a unos cuantos. Hay que buscar plata, transmitir valores a una sociedad que se deja llevar por las modas y pelearse internamente con una serie de profesionales que creen que en “esto de la comunicación todo el mundo tiene el derecho a opinar.”

La guerra de Somalia entre 1992-1994 atrajo un gran número de nuevos socios a MSF, sobre todo mujeres, lectoras asiduas de Diez Minutos y Lecturas, entre otros. Por muy esperpéntica que nos pareciera, y siga pareciendo, la campaña organizada por Pedro Ruiz para la televisión Antena 3 generó un aluvión de socios y “asociados” utilizando la jerga MSF. 

Y ¿quién soy yo? Mi nombre es Virginia de la Guardia. Entré en MSF por pura casualidad, reemplazando a la que era entonces la jefa de prensa, Inés Sagué que batalló para publicitar la entonces gran desconocida de la época: Médicos Sin Fronteras España. Ella llamó y se plantó solita delante de un conocido y afianzado periodista de La Vanguardia, Horacio Saez Guerrero y captó al amigo Bru Rovira, que hoy trabaja para el Diari Ara. Inés, después de su baja maternal, retomó las riendas de prensa y, como no había presupuesto para mí, me presenté al puesto de secretaria de recursos humanos, en la época liderado por la enfermera y amiga, Maria Cohi. Allí aprendí a ser increpada, vía telex, (por suerte) por el que es mi mejor amigo, Jordi, que me decía que yo no entendía las necesidades del terreno y que espabilara, “que con el terreno no se juega” y que hiciera el favor de encontrar un coordinador para Mogadiscio y un logista para Giohar. Maria, con el tiempo me dio cada vez más responsabilidad y, poco a poco, fui afianzándome en el puesto y finalmente asumí la responsabilidad de entrevistar, escoger  y formar a los llamados “no sanitarios” de la organización. Algunos de ellos siguen trabajando para MSF (Carlos Haro, entre otros), unos lo dejaron hace ya tiempo y se lanzaron a nuevas aventuras y les perdí la pista (Marie Decool, Joan San Martí).

Más tarde tuve la oportunidad de volver al departamento de prensa y disfruté trabajando con la entusiasta de Nuria Bernat que incasablemente organizó numerosas exposiciones itinerantes por toda España, llevó impecablemente el archivo de fotografía y organizó numerosas fiestas y eventos. Alex Iglesias, Javier la Torre, María Rosa Carrazo, Bea Fernández y Michel Zwecker, entonces director de comunicación, conformaban también el departamento. Éramos un equipo bien ecléctico pero reímos y lloramos juntos.

En el 95 asumí la dirección de comunicación (pero seguí realizando el trabajo de prensa) y se incorporaron Mar Padilla (incansable trabajadora y siempre dispuesta  a hacer lo que fuera con una sonrisa), Anna Plandiura (bella políglota que sufrió con mis exigencias, ahora buena amiga). Entre todos parimos un documento y, que yo recuerde, fue el primer plan de comunicación con una proyección a 5 años. Intenté plasmar y convertir de paso a la junta directiva a los objetivos de la comunicación (ardua tarea!)  como buena estudiante de la primera edición del Máster de Comunicación de la Pompeu Fabra, Universitat de Barcelona. A finales de ese año, decidí que necesitaba nuevos aires y, Rafa Vila San Juan, que acababa de dejar su trabajo en Benetton, fue contratado por la junta de esa época para asumir mi puesto.

Desde entonces ha sido un largo camino recorrido: Londres (MA in International Relations and Diplomacy, School of Oriental and African Studies), Nueva York (Action Against Hunger-USA), Coalition for the Creation of the International Criminal Court,  Bruselas (MSF International), Nueva York (periodista freelance), Freetown (CICR), Monrovia (CICR), Jartum (CICR),  Jerusalén (CICR), Beirut (CICR), Jartum (periodista freelance), Bogotá (primero freelance, luego CICR y, por ahora, superviviente de un cáncer del canal anal). 

En 1999, ya en Nueva York, cuando concedieron el Nobel de la Paz a MSF mi compañero holandés de trabajo, también ex MSF, se acercó a mi mesa de trabajo en el piso 11 de la calle 34 y me dijo emocionado “este premio es también para ti y para mi. Felicidades.”

Como periodista cubrí las elecciones de Sudán para el difunto diario Público, RFI, France 24 y coordiné la edición española de Crímenes de Guerra, junto con David Rieff y Roy Gutmann. Para MSF dirigí y traduje las primeras ediciones de “Poblaciones en Peligro”, coordiné “Miradas”, “Vidas Minadas”  entre otros proyectos. 

Mi proyecto preferido fue la serie que logramos “vender” a Radio Nacional de España sobre la caída de Sbrenica, testimonios de 2 compañeros de MSF que sufrieron el cerco y asesinato de más de 7.000 musulmanes, niños y hombres, a manos de Rakon Mladic bajo la mirada impávida de Naciones Unidas.

Sbrenica -lloré leyendo los testimonios desesperados de nuestros compañeros- y el genocidio de Ruanda -los medios no nos hacían ni caso mientras se perpetraba impunemente la matanza de miles de civiles- me impactaron tanto que me  llevaron a estudiar en profundidad el rol de los medios y de las organizaciones humanitarias en tiempos de guerra. 

“Genocide in Rwanda: the role of the media in confusing public opinion and encouraging the killings” es el producto de un largo aprendizaje humanitario y frustración laboral.

Desde hace dos años y medio, resido en Bogotá, Colombia. Durante un tiempo corto trabajé con una organización que después de muchos años de insistir me dio la oportunidad, finalmente, de hacer el trabajo que siempre quise. Estar cerca de aquellos anónimos que se hacinan y languidecen en prisiones a la espera de una sentencia: esquizofrénicos que se pudren durante largos periodos en calabozos sin luz, sin medicamentos, prendiendo candela a sus colchonetas, guerrilleros oradores, paramilitares, y chavales enloquecidos de las BACRIM (bandas compuestas por jóvenes criminales, el terror de la sociedad colombiana).   

Pero el destino decidió finalmente darme la oportunidad de oro, convertirme en lo que la jerga humanitaria, o mejor dicho, la "langue de bois" de los burócratas desalmados: una víctima más, y para suerte la mía, mutilada y además mujer y, muy, muy coqueta. Y eso a pesar de tener una colostomía sigmoide en la parte izquierda de mi bonito ombligo. Busquen en ese buscador de palabras ultra rápido si no saben a qué me refiero. 

Y siguiendo con ese lenguaje frío y desalmado ahora mis "clientes preferidos" son aquellos a los que siempre quise que la prensa occidental les diera cabida en primera página.  

Y además tengo la certeza que finalmente las estrellas están conmigo, gracias a los inkas con los que conversé hace poco, porque mi perfil responde muy bien a las grandes modas de los medios de comunicación: seré finalmente una celebridad de buena voluntad, pero esta vez no para ser protagonista de historias. Esta vez para reclamar en la prensa occidental la voz de los anónimos. Y sobre todo para decir bien alto que el buen periodismo no ha muerto, que los valores no han muerto. Pero que ya hace tiempo el planeta tierra se contaminó de burócratas y de estrellas de la ayuda celuloide.

Creo que, por una vez, mis heroínas preferidas de las bellas tierras olvidadas, tienen la suerte de tener un portavoz que se dejará la piel por defender el respeto a la vida. Y, además, en el idioma emergente del país más poderoso del mundo, en el que espero un día me otorguen la residencia y en el continente de oportunidades y artistas. Y Colombia, aunque la pobre la seguiré asociando a mis chutes de morfina para evitar el dolor que quería carcomerme psíquica y psicológicamente por ser una bocazas, una bigmouth, una bruja con cabello rojo de fuego, que la quisieron tirar a la hoguera por tener los grandes medios a mis pies en lo que era un sólo país y ahora son dos. Y, por cierto, se siguen matando: lo siento por Paul, Nicola y Mohamed. Y si el veneno que tengo dentro no me mata, seguiré practicando también los idiomas de los medios satanizados, sus estrategias de comunicación y aprenderé, como una buena estudiante, la oratoria de los asesinos. Siempre me gustó, la verdad.


Monday, June 4, 2012

DIARIO DE UNA COLOSTOMIA ahora os pondre mis fotos en el hospital para que los medios amarillistas las publiquen en primera pagina. DE HECHO ESAS FOTOS LAS PODEIS VER EN MI FACEBOOK DIRECTAMENTE.

HOY ME OPERAN A LAS 15 HORAS EN BOGOTA, COLOMBIA. EN TEORIA SON TRES/CUATRO HORAS DE OPERACION Y CINCO DIAS DE HOSPITALIZACION.

A PARTIR DE ESTA TARDE TENDRE UN NUEVO FISICO, COLOSTOMIA PERMANENTE INCLUIDA. CUANDO ME ENCUENTRE UN POCO MEJOR,  ACTUALIZARE ESTA PAGINA CON MIS ULTIMAS IMPRESIONES DESDE EL HOSPITAL.

VIRGINIA



Sunday, May 27, 2012

UN BARRIO EN LUTO EN JARTUM, SUDAN, ILUSTRA LA TRISTE HISTORIA DE JOVENES (Y VIEJOS) ERITREOS QUE SUEÑAN CON UNA MEJOR VIDA EN EUROPA, EEUU Y CANADA

http://virginiadelaguardia.blogspot.co.ke/2012/05/un-barrio-en-luto-en-jartum-sudan.html


Genet con rostro compungido me dice antes de irse de casa “hoy tengo que visitar a los familiares de mi prima que murieron la semana pasada en el barco. Eran todos ellos muy, muy jóvenes”. El barrio de Alsahafa, en la capital de Sudán, Jartum,  está poblado por eritreos y etíopes. La mayoría de los que murieron tenían familiares allí y por ello todo el barrio se ha convertido en un barrio en luto.

En abril del 2011, más de 300 eritreos murieron ahogados en el mar Mediterráneo, a escasos 20 kilómetros de la costa con Libia. Que ningún lector lo dude, todos soñaban con un futuro mejor, lejos de su país, asfixiados por un régimen a la deriva.

Asmara, la capital, es una bella ciudad a 2.500 metros de altura que poco a poco va desmoronándose y sus habitantes languidecen cada atardecer durante la “paseggiata” (como ellos dicen) a lo largo de una bonita avenida flanqueada por cines de época, que datan de los italianos, y cafés con animadas terrazas. En los bares hay menús que invitan a degustar  deliciosos manjares y refrescantes bebidas pero cuando uno se anima a hacer el pedido el sonriente camarero/a te comenta educadamente que lo único que te pueden ofrecer es un agua con gas que se fabrica desde hace años en el país. En Asmara, se respira un añorado pasado colonial, uno podría cerrar los ojos y pensar que está en un pueblecito de la Toscana. Los sudaneses musulmanes, por cierto, vienen a este país a celebrar sus respectivas lunas de miel y se cogen de la mano y abrazan (cosa que jamás harían en Sudán) confundidos entre la muchedumbre caminante.

Jartum hace años que acoge, entre otros, a eritreos que en su momento huyeron de una sangrienta guerra con Etiopía que terminó con la creación de su propio país en 1993. Pero desde hace un par de años se ha incrementado el número de jóvenes que huyen del servicio militar obligatorio y de las condiciones de vida paupérrimas de su bonita patria. Llegan en masa extenuados después de una larga huida. Y siguen llegando en masa a Sudan del país vecino, Eritrea. Y todos ellos sueñan con un futuro mejor.

Genet, que hace más de 30 años huyó de su país  a pie durante la guerra entre Eritrea (en ese momento aun no era un país independiente) y Etiopía (que comprendía lo que hoy es Eritrea) atravesando la peligrosa frontera que divide Sudán de Eritrea. Con un sueldo equivalente a 150 euros mensuales mantiene a cinco hijos, abuela que aún vive en Asmara y a su marido carpintero en una humilde chabola. 

Limpia de sol a sol las casas de “expatriados” (designa a aquellas personas que trabajan para organizaciones humanitarias y empresas fuera de su país de origen) que alquila el Comité Internacional de la Cruz Roja. Duerme un promedio de tres horas. Al volver del trabajo lava a mano las ropas de sus hijos,  barre meticulosamente el suelo de cemento de su humilde casa o mejor dicho cuadrado, prepara la cena y, cómo no, se reúne con su familia, amigos y vecinos para compartir la tradicional ceremonia del café, tostando minuciosamente los granos cada atardecer con el mismo ritual. A media noche, cocina “injara”, el ácido pan base de toda comida eritrea (y también etíope) y la famosa salsa picante preparada a base de diminutos pimientos que con el tiempo incendia y, destroza, el estómago de la mayoría. Genet incluida.

Su hija consiguió una beca para estudiar en Siria. Allí sintió que su futuro dependía de un trabajo en Europa y decidió escapar por tierra con camiones hasta que llegó al Reino Unido como ilegal. Hoy vive en Manchester, y casualidad o no de la vida, se gana el sustento como limpiadora en una casa de sudaneses. Su madre hace más de 5 años que no la ve y, con lágrimas en los ojos, me comenta “me llama a veces desde un internet café y me cuenta que hace mucho frío”. De todos modos su historia, a pesar de todo, es menos triste que la de su propia madre que desde hace más de 30 años perdió contacto. La madre de Genet decidió casarse en segundas nupcias con un etíope, y abandonar a su suerte a su prole en Eritrea (incluida Genet), y desde entonces vive en Etiopía en algún pueblecito cercano a la capital, Addis Abeba.

Genet me pregunta “podrías averiguar si alguna organización humanitaria podría localizarla….así le escribiré una carta o intentaré conseguir su teléfono móvil. Me gustaría saber qué hace, si tengo hermanos que no conozco, si está feliz, en fin, me gustaría saber qué es de ella”. Por cierto, la aparición del móvil en África revolucionó en su momento, y sigue revolucionando los contactos entres las familias extendidas africanas perdidas en poblados remotos y ciudades de más de 10 millones de personas.

Genet sueña con una mejor vida. Normal. Después de más de 40 años en Sudán, su país de acogida, sabe que en Noruega, Suecia y Canadá hay familiares y amigos que fueron acogidos por esos países y que tienen una nevera, un coche, un techo. Yo la miro y le comento que “la vida en occidente no es tan fantástica como te la cuentan tus conocidos. Yo sé de qué hablo, a pesar que hace unos 15 años trabajo en el extranjero (intento sonar convincente aunque creo que no lo logro). Ahora Europa está en crisis, el paro está alcanzando niveles nunca vistos y la vida es cara e inhumana. La gente está deprimida y se queja por nada. Además hace frío y tú, acostumbrada a los 45 grados promedio de Jartum, no podrás resistir las noche frías en un pequeño piso que además te costará un ojo de la cara y tendrás que pagar facturas elevadísimas de agua y electricidad”. Ella no me cree y sigue insistiendo que quiere una vida mejor, que está harta de su trabajo, que “quiero un futuro para mis hijos y marido”. Que por cierto, como buen esposo africano, no hace nada para colaborar con su trabajo y espera en casa a que Genet mantenga a toda la familia. Pero las mujeres eritreas, orgullosas y en su mayoría guerrilleras durante la guerra civil, son muy testarudas y basan sus deseos en un trabajo incansable. Además, con una fe ciega en su religión, la cristiana ortodoxa, saben que algún día su sacrificio diario será recompensado.

Pero los eritreos son también presa de las mafias ya sea en Sudán o Egipto. Y en Oriente medio, aquellas jóvenes y guapas eritreas y etíopes que logran superar el mal trato, las violaciones, los apaleamientos, y también asesinatos a manos de policías corruptos egipcios y mafias integradas por la etnia musulmana de los Rashaida, terminan pudriéndose en barrios desfavorecidos de Tel Aviv, en cárceles de Beirut o cometiendo suicidios desde los barrios acomodados y, no tan acomodados, de libaneses déspotas ya sean cristianos como musulmanes, shias y sunitas.  Más de 300 suicidios tienen lugar cada año en Líbano y todos estos suicidios (o asesinatos) son cometidos por humildes mujeres. Las propias sábanas de sus amas de casa sirven como arma suicida. Y sus victimarios siguen impunes a pesar de la gran labor realizada por la organización Human Rights Watch que desde hace tiempo intenta dar una voz  a las víctimas del racismo silenciado e ignorado de la sociedad libanesa.

Genet se despide y me dice “masalama” (adiós en árabe para que yo practique mi asignatura pendiente). Ella habla árabe, tigrinya, amaric y chapurrea conmigo inglés. Se coloca elegantemente el “tobe” (amplio pañuelo que las mujeres musulmanas sudaneses visten en público) que cubre todas sus formas femeninas para hacerse pasar por una sudanesa más y no ser increpada en la calle, las eritreas en Sudán tienen fama de ser mujeres fáciles. Y ella está harta que le silben. 

Hoy en el barrio de Alsahafa, Jartum, rezará ataviada con su elegante pañuelo de algodón blanco “gabi” por los jóvenes muertos en aguas mediterráneas. Y los jóvenes eritreos seguirán soñando con un futuro en un occidente en fase de desintegración.


Tuesday, May 22, 2012

BREAKFAST IN KHARTOUM https://www.youtube.com/watch?v=1-rFiSgSxfU




WHERE ARE U NOW HAWA, KHADIJA, ALIMA AND GRADIYA? 

HAVE U REACHED EUROPE? 

HAVE U DROWNED IN THE BEAUTIFUL MEDITERRANEAN SEA?


Echo de menos el jebana con clavo, cardamomo y gengibre. En honor a todas mis amigas tea ladies de Darfur, Khartoum, sur de Sudan, Etiopía y Eritrea. Y en especial a Hawa, Khadija, Alima y Gradiya, todas ellas trabajando de sol a sol en el barrio de Amarat, Khartoum, Sudán