Este artículo está dedicado a mi madre, gran pintora, artista polifacética, humana de corazón, desinteresada, amante de la naturaleza y de su querido Quito de acogida y, sobre todo, francesa hasta la médula, divertida, iconoclasta.
Tendré que confesar también, por mucho que me pese, que además de mi sangre latina y apasionada, tengo sangre de Basilea, pero que no se equivoquen, de artistas, de aquella escuela donde quería estudiar música del Renacimiento y Barroco (para aquellos que no lo saben tengo un segundo apellido, Dobler).
Y quizás también a mi abuelo, diplomático francés, machista hasta la médula, poeta, que me respetaba desde niña porque era la única de la familia que le decía lo que pensaba. Y, bueno, quizás como me pasará a mi, murió solo por cablear a su gobierno el peligro de los nazis antes de la ocupación.
Y quizás también a mi misma ya que mi gran error en el pasado fue no venderme y vender a otros simplemente porque siempre odié el ego asesino del ser humano. Y porque estudié mi segunda carrera (después de la música, mi gran pasión, además del baile desenfrenado) en un país con grandes artistas, paisajes sobrecogedores y con el que ya no me identifico.
Y para la tranquilidad de aquellos que no les gusta el poder manipulador de la comunicación, del lenguaje, les digo que a partir de ahora me dedicaré a escribir sobre lo que me de la gana con el objetivo de defender mis principios. Y sobre lo que a mi me divierta e interese.
E invito a todas aquellas personas y animales que no estén de acuerdo conmigo que argumenten porque solo con la riqueza de ideas, creatividad y sensibilidad se logrará acercar a humanos planetarios, familias, y animales. Y basta ya de lenguaje aséptico y desalmado en todas las esferas humanas.
Mi proximo artículo creo que sera sobre mi gata Loubnan, recogida en los bonitos jardines de la American University de Beirut. La gata libanesa de pezuñas manicuradas, salvaje pero fiel a su querida madre adoptiva. Y con pasaporte. Y fuente de inspiración.
Y gracias de nuevo a todos esos amigos, shias, sunis, católicos, drusos, maronitas, agnósticos, ortodoxos, iconoclastas, chamanes, inkas, palestinos, judíos, stringers, músicos malienses, Kinshassa, músicos de klezmer, mujeres planetarias, desfiguradas con ácido, violadas impunemente por familiares y desconocidos, elegantes naúfragas y naúfragos eritreos, Genet, Diana, Khadija, la tea lady del barrio de Amarat, y, voceros anónimos de la injusticia.
Y aquellos amigos leales de diferentes estratos (como dicen aquí, en Colombia) y procedencia, que, a pesar de mis exigencias, siempre confiaron en mi, en mi pasión, locura y fe en el poder de la palabra. Y mis estrategias de comunicación para alcanzar la audiencia planetaria.
y a ANDRÉS.......MI CIRUJANO PREFERIDO
En septiembre de 1991 no era noticia que un
humanitario, que había pisado una mina durante la evacuación de los heridos de
Vukovar, antigua Yugoslavia, se había salvado. Y suerte la mía, estaba dispuesto
a otorgar entrevistas a la radio y a la televisión a pesar de que no miraba a la
cámara. Acompañé a su padre y a Pilar Petit al aeropuerto del Prat. Se trataba
de la antigua terminal, por supuesto, antes de las olimpiadas que provocaron
posteriormente un aluvión imprecedente de turistas paseando delante de nuestras
oficinas, primero en Portal de l’Àngel, luego Via Layetana y más tarde Nou de
la Rambla, una bonita rehabilitación de un antiguo teatro/prostíbulo llevada a
cabo por los amigos Isabel Pascual y desaparecido Bernard Fernández, ambos de
Arquitectos Sin Fronteras.
Al llegar al aeropuerto, el padre de Jordi me
comentó que “alguien importante debe llegar”, el pobre desconocía que era su
hijo, y no “alguien importante” a quien esperaban algunas cámaras.
El trabajo de comunicador es duro tanto dentro como
fuera de la organización para la cual trabaja. “Vender” una organización
humanitaria no es fácil sobre todo cuando internamente hay que “convertir” a
unos cuantos. Hay que buscar plata, transmitir valores a una sociedad que se
deja llevar por las modas y pelearse internamente con una serie de
profesionales que creen que en “esto de la comunicación todo el mundo tiene el
derecho a opinar.”
La guerra de Somalia entre 1992-1994 atrajo un gran
número de nuevos socios a MSF, sobre todo mujeres, lectoras asiduas de Diez
Minutos y Lecturas, entre otros. Por muy esperpéntica que nos pareciera, y siga
pareciendo, la campaña organizada por Pedro Ruiz para la televisión Antena 3
generó un aluvión de socios y “asociados” utilizando la jerga MSF.
Y ¿quién soy yo? Mi nombre es Virginia de la
Guardia. Entré en MSF por pura casualidad, reemplazando a la que era entonces
la jefa de prensa, Inés Sagué que batalló para publicitar la entonces gran
desconocida de la época: Médicos Sin Fronteras España. Ella llamó y se plantó
solita delante de un conocido y afianzado periodista de La Vanguardia, Horacio
Saez Guerrero y captó al amigo Bru Rovira, que hoy trabaja para el Diari Ara.
Inés, después de su baja maternal, retomó las riendas de prensa y, como no había
presupuesto para mí, me presenté al puesto de secretaria de recursos humanos,
en la época liderado por la enfermera y amiga, Maria Cohi. Allí aprendí a ser
increpada, vía telex, (por suerte) por el que es mi mejor amigo, Jordi, que me
decía que yo no entendía las necesidades del terreno y que espabilara, “que con
el terreno no se juega” y que hiciera el favor de encontrar un coordinador para
Mogadiscio y un logista para Giohar. Maria, con el tiempo me dio cada vez más
responsabilidad y, poco a poco, fui afianzándome en el puesto y finalmente
asumí la responsabilidad de entrevistar, escoger y formar a los llamados “no sanitarios” de la
organización. Algunos de ellos siguen trabajando para MSF (Carlos Haro, entre
otros), unos lo dejaron hace ya tiempo y se lanzaron a nuevas aventuras y les
perdí la pista (Marie Decool, Joan San Martí).
Más tarde tuve la oportunidad de volver al
departamento de prensa y disfruté trabajando con la entusiasta de Nuria Bernat
que incasablemente organizó numerosas exposiciones itinerantes por toda España,
llevó impecablemente el archivo de fotografía y organizó numerosas fiestas y
eventos. Alex Iglesias, Javier la Torre, María Rosa Carrazo, Bea Fernández y
Michel Zwecker, entonces director de comunicación, conformaban también el
departamento. Éramos un equipo bien ecléctico pero reímos y lloramos juntos.
En el 95 asumí la dirección de comunicación (pero
seguí realizando el trabajo de prensa) y se incorporaron Mar Padilla
(incansable trabajadora y siempre dispuesta a hacer lo que fuera con una sonrisa), Anna
Plandiura (bella políglota que sufrió con mis exigencias, ahora buena amiga).
Entre todos parimos un documento y, que yo recuerde, fue el primer plan de
comunicación con una proyección a 5 años. Intenté plasmar y convertir de paso a
la junta directiva a los objetivos de la comunicación (ardua tarea!) como buena estudiante de la primera edición
del Máster de Comunicación de la Pompeu Fabra, Universitat de Barcelona. A finales
de ese año, decidí que necesitaba nuevos aires y, Rafa Vila San Juan, que
acababa de dejar su trabajo en Benetton, fue contratado por la junta de esa
época para asumir mi puesto.
Desde entonces ha sido un largo camino recorrido:
Londres (MA in International Relations and Diplomacy, School of Oriental and
African Studies), Nueva York (Action Against Hunger-USA), Coalition for the
Creation of the International Criminal Court, Bruselas (MSF International), Nueva York (periodista
freelance), Freetown (CICR), Monrovia (CICR), Jartum (CICR), Jerusalén (CICR), Beirut (CICR), Jartum
(periodista freelance), Bogotá (primero freelance, luego CICR y, por ahora, superviviente de un cáncer del canal anal).
En 1999, ya en Nueva York, cuando concedieron el
Nobel de la Paz a MSF mi compañero holandés de trabajo, también ex MSF, se
acercó a mi mesa de trabajo en el piso 11 de la calle 34 y me dijo emocionado “este
premio es también para ti y para mi. Felicidades.”
Como periodista cubrí las elecciones de Sudán para
el difunto diario Público, RFI, France 24 y coordiné la
edición española de Crímenes de Guerra, junto con David Rieff y Roy
Gutmann. Para MSF dirigí y traduje las primeras ediciones de “Poblaciones en
Peligro”, coordiné “Miradas”, “Vidas Minadas” entre otros proyectos.
Mi proyecto preferido
fue la serie que logramos “vender” a Radio Nacional de España sobre la caída de
Sbrenica, testimonios de 2 compañeros de MSF que sufrieron el cerco y asesinato
de más de 7.000 musulmanes, niños y hombres, a manos de Rakon Mladic bajo la
mirada impávida de Naciones Unidas.
Sbrenica -lloré leyendo los testimonios desesperados
de nuestros compañeros- y el genocidio de Ruanda -los medios no nos hacían ni
caso mientras se perpetraba impunemente la matanza de miles de civiles- me
impactaron tanto que me llevaron a
estudiar en profundidad el rol de los medios y de las organizaciones
humanitarias en tiempos de guerra.
“Genocide in Rwanda: the role of the
media in confusing public opinion and encouraging the killings” es el producto
de un largo aprendizaje humanitario y frustración laboral.
Desde hace dos años y medio, resido en Bogotá, Colombia. Durante un tiempo corto trabajé con una organización que después de muchos años de insistir me dio la oportunidad, finalmente, de hacer el trabajo que siempre quise. Estar cerca de aquellos anónimos que se hacinan y languidecen en prisiones a la espera de una sentencia: esquizofrénicos que se pudren durante largos periodos en calabozos sin luz, sin medicamentos, prendiendo candela a sus colchonetas, guerrilleros oradores, paramilitares, y chavales enloquecidos de las BACRIM (bandas compuestas por jóvenes criminales, el terror de la sociedad colombiana).
Pero el destino decidió finalmente darme la oportunidad de oro, convertirme en lo que la jerga humanitaria, o mejor dicho, la "langue de bois" de los burócratas desalmados: una víctima más, y para suerte la mía, mutilada y además mujer y, muy, muy coqueta. Y eso a pesar de tener una colostomía sigmoide en la parte izquierda de mi bonito ombligo. Busquen en ese buscador de palabras ultra rápido si no saben a qué me refiero.
Y siguiendo con ese lenguaje frío y desalmado ahora mis "clientes preferidos" son aquellos a los que siempre quise que la prensa occidental les diera cabida en primera página.
Y además tengo la certeza que finalmente las estrellas están conmigo, gracias a los inkas con los que conversé hace poco, porque mi perfil responde muy bien a las grandes modas de los medios de comunicación: seré finalmente una celebridad de buena voluntad, pero esta vez no para ser protagonista de historias. Esta vez para reclamar en la prensa occidental la voz de los anónimos. Y sobre todo para decir bien alto que el buen periodismo no ha muerto, que los valores no han muerto. Pero que ya hace tiempo el planeta tierra se contaminó de burócratas y de estrellas de la ayuda celuloide.
Creo que, por una vez, mis heroínas preferidas de las bellas tierras olvidadas, tienen la suerte de tener un portavoz que se dejará la piel por defender el respeto a la vida. Y, además, en el idioma emergente del país más poderoso del mundo, en el que espero un día me otorguen la residencia y en el continente de oportunidades y artistas. Y Colombia, aunque la pobre la seguiré asociando a mis chutes de morfina para evitar el dolor que quería carcomerme psíquica y psicológicamente por ser una bocazas, una bigmouth, una bruja con cabello rojo de fuego, que la quisieron tirar a la hoguera por tener los grandes medios a mis pies en lo que era un sólo país y ahora son dos. Y, por cierto, se siguen matando: lo siento por Paul, Nicola y Mohamed. Y si el veneno que tengo dentro no me mata, seguiré practicando también los idiomas de los medios satanizados, sus estrategias de comunicación y aprenderé, como una buena estudiante, la oratoria de los asesinos. Siempre me gustó, la verdad.